jueves, 31 de enero de 2013

ALGUNOS ACCIDENTES EN MI VIDA (NADA GRAVES).

                                                                          
Cuando estudiaba la Preparatoria, en el Instituto de Ciencias, allá por el año 1950, nos vimos involucrados en dificultades que había entre el FESO (Federación de Estudiantes Socialistas de Occidente), de la Universidad oficial y la U.A.G. (la Autónoma), cuya Facultad de Medicina era vecina de nuestro plantel y con buenas relaciones con nosotros.  Y en dos ocasiones fueron los primeros, no supe el por qué, a agredirnos lanzándonos piedras al local así como otras fuertes provocaciones verbales.
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Con el permiso de algunos Profesores nuestros, preparábamos la defensa del edificio del Colegio cuando lamentablemente al andar por las azoteas, brinqué sobre un tragaluz de vidrio, que tapado por la tierra acumulada, daba la impresión de ser piso de cemento y con mi peso de inmediato se rompió y caí de un piso a otro, como de unos cinco metros de altura, sobre vidrios, recibiendo un fuerte impacto en la rodilla derecha y varias cortadas que me internaron en el hoy Hospital Dr. Luis Garibay medio día, y me tuvieron convaleciente en casa por una semana, tras la peor regañada recibida de mi padre.
Algo me afectó el sistema nervioso también, ya que alcancé a ver como bajo mis pies se estrellaba el vidrio, se desprendía casi totalmente, pero dejando varios picos alrededor que no sé ni cómo no me desgarraron o produjeron mayores cortadas. Supe que a otros compañeros les pasó lo mismo, pero no alcanzaron a caer y quedaron entre las delgadas varillas metálicas que sujetaban los cristales.
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Muchos años después, en el automóvil del Sr. J. Ignacio Rodarte, Director de Ventas de Joyce Mexicana, en un fin de semana en León, Gto. donde él vivió antes de entrar a la Empresa donde ambos laborábamos, estando ya estacionados para bajarnos a cenar las clásicas "enchiladas mineras", unos jovencitos que transitaban a muy alta velocidad, por esquivar a un ciclista que estuvieron a punto de arrollar se estrellaron por atrás de nuestro carro y lo aventaron varios metros adelante. Yo iba solo en el asiento trasero y afortunadamente un poco de lado, por lo que no recibí el clásico "latigazo" que me hubiera podido desnucar, pero si quedé atarantado con algunos cabellos arrancados por el marco del medallón trasero.
De este problema salí con el "remedio del poco caso", ya que cuando regresamos a Guadalajara no creí conveniente ver a ningún Médico, ni que me colocaran un cuello ortopédico, para la consabida y casi siempre necesaria rehabilitación.
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Mi más reciente accidente, y espero que sea el último, recuerdo que fue un sábado del ya lejano 1996, que estando comiendo tranquilamente un “lomo adobado” en el Restaurante "El Gordo" en compañía de mi esposa, sentí un golpazo en la cabeza y en el cuello, ya que estando funcionando se desprendió y me cayó encima un ventilador grande de techo, de los que tienen su propio motorcito en la parte central, además de que una de las aspas girando aún me lesionó levemente parte del cuello y un hombro.
  Preferí no hacer mayor escándalo a pesar de la cortada muy grande aunque no profunda en la cabeza, y tras detener el sangrado con una toalla mojada y hielo en cubitos, pasé a curarme con un galeno particular que estuvo de acuerdo en no darme las acostumbradas puntadas, solamente sujetar los bordes de la herida con algo especial y esparadrapo, así como ordenar la aplicación de una serie de ampolletas de suero antitetánico, para una mayor seguridad anti-infecciosa.
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Espero con la vida reposada y tranquila que ahora llevo, y que pienso seguir llevando cada vez más, (ja, ja, ja), el poder evitar nuevas situaciones serias o aún graves, que a mi edad casi siempre traen consecuencias malas.                                               

Una plática de amigos que hoy me propuse recordar y platicarla a mis nietos y a todos Ustedes, que tan gentilmente suelen leer mis escritos del pasado.

Con gran afecto;  "ALF, el tapatío", a punto de cumplir 78 años de edad en esta población de Zapopan, Jal., tierra muy querida por mis padres y antepasados, sobre todo del lado materno, ya que varios fueron originarios de allí mismo. 




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