lunes, 4 de marzo de 2013


SOBRE LA RENUNCIA DE S. S. BENEDICTO XVI.


Contra las opiniones más generales, yo siempre admiré y me mostré encantado cuando el Cuerpo Cardenalicio elevó al Papado a Benedicto XVI, que tenía en su contra el gran carisma y la notable dulzura y santidad de su antecesor, Juan Pablo II de feliz memoria, y su origen germano que a muchos molestaba por el triste recuerdo de la época nazi hitleriana.

Para mí y para muchísimos más, es todo un sabio, recto y defensor de la Fe y las tradiciones; de aspecto más bien duro y hosco, aunque con una sonrisa de bondad, que aceptó con entereza la responsabilidad grande de dirigir al catolicismo desde la Cátedra de San Pedro.

                                                            
De edad avanzada y salud ya con problemas, puesto que inclusive trae un marcapasos para regular sus fallas cardíacas, muchos esperábamos de Él un Papado corto, mientras los Cardenales definían un nuevo rumbo y a un moderno Papa que dirigiera los rumbos actuales de la Iglesia de Cristo.
                                                    
A pesar de esas dificultades, siguió con prudencia los pasos de su antecesor haciendo algunos viajes internacionales en los que incluyó, hace menos de un año, Cuba y nuestro México tan querido por Juan Pablo II, renovando el culto especial a nuestra Guadalupana, así como teniéndonos muy presentes en el Vaticano durante las fiestas de la Natividad de Jesús, con figuras mexicanas en el Belén principal y en los museos de ese Estado, recibiendo igualmente regalos de nuestro folclor y dando notables preferencias a los visitantes de este país, por el que se arriesgó peregrinando aquí.
                                                               
La más dura prueba que supo afrontar, fue sin duda al presentar su ‘renuncia’ en pleno uso de sus facultades, aceptando que día a día se siente más enfermo y casi incapacitado para la exigente labor que tiene encomendada como Santo Padre, consagrado, en la silla gestatoria de San Pedro.

Es casi un hecho que en el transcurso de esta Cuaresma que inicia el día de mañana, 13 de Febrero del 2013, “Miércoles de Ceniza”, podamos conocer a un nuevo Papa, descendiente de San Pedro, ‘piedra angular’ del catolicismo, electo en Cónclave de Cardenales menores a los 80 años de edad, que tendrá lugar a puerta cerrada dentro de los salones del Vaticano, que darán su veredicto final seguramente antes de la Semana Santa, la cual, de ser así, será ya presidida por el nuevo Santo Padre, en una ceremonia a todas luces inolvidable para todos nosotros, los fieles.

Seguirá viviendo recluido en el Vaticano lo que le quede de vida, sin mayores lujos ni pompas, dedicado a la reflexión, a la santa oración, y ojalá a la escritura de nuevos libros y escritos doctos sobre Teología, de su estupenda autoría.


Pido para Él un aplauso por su notable valentía al dar este trascendente paso, por su pundonor y su humildad; y desde ahora, un voto entero de amor y obediencia al Cardenal señalado por el Espíritu Santo al través del Cónclave venidero, que vendrá a ocupar la Silla Gestatoria como representante de Dios Nuestro Señor en esta tierra, para bien de la Iglesia y quienes la conformamos.         

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Con todo mi cariño y deseándole la gran Paz y tranquilidad que se merece en ésta la última etapa de su grandiosa vida.  
Su humilde servidor; Alfonso Gómez Araujo.
"ALF", el tapatío.                    II/2013.

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