lunes, 4 de marzo de 2013


ALGO MÁS DE LAS 'CUARESMAS' DE ANTES . . .

                                                            
La nueva Liturgia vino a cambiar algunas de las costumbres acendradas en el pueblo y poco a poco nos hemos ido haciendo a la idea de cambiar el concepto anterior del Sábado de Gloria de festejos y alegría, por el actual Sábado Santo, prolongación del luto del anterior Viernes, aunque por otro lado, la necesidad de tomar vacaciones en esos días de muchos burócratas, empleados, trabajadores y aún profesionistas y sus familias, han ido haciendo de toda la Semana Mayor, días de recreación en los centros turísticos de moda.  Vale la pena recordar el llamado ‘Viernes de Dolores’ de la semana anterior a la Santa, que en honor a tan hermosa advocación de la Virgen, transida de dolor por el sufrimiento y la Pasión de su hijo, solía ser recordada y venerada en Altares familiares colocados en la sala principal de muchísimas moradas, quedando de día a la vista de todos los que pasaban por allí, ya que se abrían de par en par las ventanas que daban a la calle con esa precisa intención.


Los dueños de la casa recibían de visita a quienes pasaran a rezar una oración y tomar un refrigerio, lo que se conocía como ‘el llorar de la Virgen, y consistía en ofrecer refrescantes vasos de agua de frutas, algunos bocadillos y galletas, o hasta una copita de ponche de granada, de membrillo o un vinillo generoso.  En la decoración de aquellos Altares, cooperaba todita la parentela; se ponían desde antes vasijas con semillas de chía, alfalfa, linaza y cebada a germinar en lugares obscuros, para que naciesen sus tallos y hojas amarillentos, color paja, mismos que daban un toque peculiar; arreglos de velas, veladoras y gruesos cirios que encendidos, resaltaban la belleza de la ‘Dolorosa’, colocada en medio de flores y velos de color morado y blanco, o de papel picado, al gusto de cada familia que en ello dejaba patente su arte y buen gusto.
En casa era día de festejo en grande al ser el esperado onomástico de mi tía consentida.  Recuerdo esos ricos platillos de época; las clásicas ‘torrejas’ o ‘torrijas’ a la española, de pan de huevo capeado en ligera miel de azúcar mascabado, pasas y tiernas hojas de limón o flores de azahar y la ‘capirotada fina de pan de huevo’ con crema pastelera de yemas, almendras y rojas fresas.

                                                                          
Comento el entonces llamado ‘Sábado de Gloria’, festivo día en que todos, en especial la alegre muchachada, esperábamos con ansia para ‘reventarnos, como dicen hoy en día.  Tempranito se ‘Abría la Gloria’ en la primera Misa y nos lo hacían saber mediante el sonoro repique de campanas que habían estado silenciadas durante toda aquella semana luctuosa.  La algarabía comenzaba con gritos de jolgorio y el tan esperado baño entre los muchachos; a viles cubetazos de agua fría, o a chorro de mangueras de cualquier llave cercana, no en pocas ocasiones alcanzaba a los mayores, quienes de inmediato se desquitaban de aquellos días cuaresmales en que no se acostumbraba reprender a nadie por sus travesuras.  Seguía la fiesta con la quema de los ‘Judas’ de todos tamaños, las ‘palomitas’, ‘garbancillos’ correlones y ‘cohetones’, que estruendosos subían hacia el cielo.

                                                        


Aún cuando en muchos hogares tapatíos no se acostumbra comer pescado en casi todo el año, ¿en qué casas dentro de la ‘Cuaresma’ no se saborea un delicioso plato de ‘caldo michi’ de pescado bagre, como su misma raíz ‘purépecha’ lo indica?,  ¿o un buen filete al ‘mojo de ajo’ o rebosado, de un rosado ‘huachinango’, un exquisito ‘robalo’ o el sabor sin par del ‘lenguado’?  y ¿qué tal unas ‘tortas de camarón seco’ con nopales, en el rico mole amarillo o rojo de las ‘chantitas’?  Y lo mismo puedo decir de un rico ‘bacalao’ preparado con fino aceite de oliva, alcaparras y aceitunas.

                                                                              
Para romper muchas dietas, nos llegaban los ricos postres tradicionales, donde la reina seguía siendo la sin par ‘capirotada’ sencilla de rebanadas de birote salado, dorado y horneado en capas con miel de piloncillo o melado, hervida con jitomate, cebolla, canela, pasas, pimientas y clavos de olor, muy sabrosa y adornada antes de dorar, con queso seco desmoronado; preparada en cazuela curada de barro de preferencia, y sobre una base de ricas tortillas doradas y empapadas en la miel, que muchos nos las peleábamos al servirnos nuestra nada modesta porción tan esperada como gustada. 

Hasta pronto; Alfonso Gómez Araujo. 
"ALF", el tapatío, su amigo de siempre. 

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