domingo, 13 de enero de 2013

EL TÍO POROTO.  Cuento cómico.

Les presento y comparto este, - para mí -, simpático escrito cómico argentino, mismo que espero les agrade y les haga pasar un buen rato en este bello domingo invernal, aquí en esta querida ciudad de Zapopan, en donde resido, o Uds. estén... 


EL TÍO POROTO.  Por: Santiago Varela (argentino).

Mi tío Poroto, a su edad, andaba fenómeno, hasta que su mujer –la tía Porota-, a instancias de su hija, mi prima Tota le dijo:  - Mira Poroto, vas a cumplir ya 70 años.  Es hora de que vayas a ver a un buen Médico.  - ¿ Y para qué, si estoy bárbaro..?  - Porque la prevención debe hacerse ahora que todavía sois joven – le contestó mi tía. 

Por este motivo el buen tío Poroto fue a consultar al galeno.  El mismo, con buen criterio le mandó hacer exámenes generales y análisis de todo lo que pudiera hacerse y desde luego, que la “Obra o Seguro Social” pudiera pagar.

Pasados quince días el Doctor le dijo que lo encontraba bastante bien, pero que había algunos valores en los estudios que convendría mejorar.  Y allí mismo le recetó Simgras Grajeas, para mantener el colesterol lo más bajo posible; Bobex en 10 mgs. para el corazón; Diabetol Plus, para prevenir una posible diabetes; Total Vitaminol, excelente complejo vitamínico; Abajoprex, para la presión arterial; Pissox de 10 mgs. un buen diurético para complementar el Abajoprex, y como acá en Buenos Aires hay de todo menos buenos aires precisamente, Alergicatel, para las alergias.  Ah, y cómo los medicamentos era muchos y había que proteger el tracto digestivo, le indicó además, Omeopencex, frasco de 30 cápsulas para tomar una al día.

El buen tío Poroto fue a la farmacia y cambió allí una parte importante de su jubilación por varias cajitas primorosas de colores variados.  Al tiempo, como no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia las debía tomar antes o después que las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón iban durante o al terminar las comidas, volvió al médico.  Éste profesionista, luego de hacerle un pequeño fixture con las ingestas, lo notó un poco alterado y algo contracturado, por lo que agregó al tratamiento Nervocaim 25 y Aflojex Max, que pensó le serían de mucha más ayuda.

Esa tarde, cuando entró a la farmacia con las recetas, el Farmacéutico propietario y sus empleados hicieron una doble fila para que él pasara mientras ellos aplaudían.
Sin embargo, mi tío, pobre tío, en lugar de estar mejor estaba cada día peor…  Tenía el fixture de todos los remedios en el aparador de la cocina y ya casi no salía de casa, porque no había momento del día en que no tuviese que estar tomando una pastilla u otro tipo de medicamento.

Unos días después, el laboratorio fabricante de varios de los productos que estaba usando, lo nombró como su “Cliente Protector” y le regaló un termómetro rectal, frascos estériles para análisis de orina y una “birome” con el logo de la Empresa.  Mi primo Toto dedujo que la dirección la tuvieron que sacar de la receta que la Farmacia aquella, entregó a la “Obra o Seguro Social”.

Tan mala suerte tuvo mi tío Poroto, que por los cambios de clima se resfrió y mi tía lo hizo acostar como siempre acostumbra, pero esta vez, además del té con miel pura de abejas, llamó al mismo Médico de nuevo.  Este le comentó que no era nada serio, pero seguramente para justificar su visita le recetó Gripedín Duo y un antibiótico inyectado, Sanaxidal 500 durante los tres días siguientes.

Para colmo, mi tío Poroto -como era su costumbre-, se puso a leer los prospectos de todos aquellos medicamentos que estaba tomando y así se enteró de de las “contraindicaciones”, las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones medicamentosas.  Lo que decían sobre aquellas medicinas, eran cosas terribles.  No solo se podía morir, sino que además podría tener arritmias ventriculares, sangrado, náuseas, hipertensión, parálisis, insuficiencia renal, cólicos abdominales, alteraciones del estado mental, y otro montón de cosas a cual más de espantosas.  

Asustadísimo llamó al Médico quién al verlo le dijo “que no tenía que hacer caso de esas cosas”, porque los laboratorios solamente las ponían, “por poner algo”.  Doctor – le dijo mi tío -, las empresas que ganan mucha plata no ponen cosas solo por ponerlas.  – Bueno, quizás las ponen para cubrirse.  – ¿ Para cubrirse de qué..?, preguntó mi tío algo molesto.  Para cubrirse por si alguien demanda en un juicio.  – Si, claro, pero para iniciar un juicio, ¡ primero tuvo que pasar algo..!  Nadie hace un juicio si no le pasó nada… digo, - dijo mi pobre tío Poroto.  Bueno… mirado así…  - Que es la única forma de mirarlo.  Juicio pueden hacer si al paciente, por la baja del colesterol se le revienta el hígado, se le caen los dientes, se queda ciego, impotente, pelado… y si luego, ya con un poco más de mala suerte, ¡ se muere !  

No hombre, Usted exagera, esas cosas que anotan en los prospectos no pasan casi nunca.  Casi…  - A mi no me interesa que les pase a muchos o a pocos, con que me pase a mi, me basta y sobra, - dijo mi tío Poroto muy nervioso -, pese a tomar religiosamente su Nervocalm.  ¡ Tranquilo, don Poroto, no se excite !  –le dijo el galeno mientras le extendía una nueva receta con Antideprezol Forte en unos enormes supositorios de forma alargada y gruesa-.

Es todo ese tiempo, cada vez que mi pobre tío cobraba su exigua jubilación, iba de nueva cuenta a la Farmacia en donde ya lo habían nombrado Cliente “VIP”… y hasta le ponían alfombra roja a su llegada.  La cambiaba íntegra por los remedios.  Esto lo hacía ponerse muy mal, razón por la cual el mismo Doctor que lo tenía a su cargo le prescribió nuevos e ingeniosos medicamentos, eso si, bellamente presentados.

¡ Pobre de mi tío Poroto..!, llegó el momento en que las 24 horas del día no le alcanzaban para tomar tantas pastillas y otras cosas, por lo cual no conciliaba el sueño pese a las cápsulas contra el insomnio que previamente le había recetado también.  Tan mal se había puesto, que un día, haciéndole caso a los prospectos de los remedios… ¡ se murió el pobrecillo !  

A su entierro fuimos todos, pero sin duda alguna, los que más le lloraban eran el señor Farmacéutico que se notaba desolado, y el mismo señor Doctor.  Aún hoy en día mi tía Porota afirma qué… ¡ menos mal que lo mandó a consultar al Médico muy a tiempo !, porque de otra forma . . .  ¡ seguro se moría antes..!   


          

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Espero que este escrito haya sido de su agrado y que al menos les causara una sonrisa que les haga más llevadero el día, en la grata compañía de alguno o varios de sus familiares o algunos otros de sus seres más queridos.

Afectuosamente, e invitándolos a leer mi siguiente capítulo que pronto espero colocar aquí en cualquiera de mis dos conocidos Blogs, quedo como siempre, 
su buen amigo; Alfonso Gómez A., conocido como;

1 comentario:

  1. Este escrito lo he leído por la Radio en dos ocasiones y en varias reuniones de diversas amistades, y siempre ha sido del agrado de todos, espero les haya gustado a mis amables lectores aquí.
    Con mucho cariño...

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