EL TÍO POROTO. Cuento cómico.
Les presento y comparto este, - para mí -, simpático escrito cómico argentino, mismo que espero les agrade y les haga pasar un buen rato en este bello domingo invernal, aquí en esta querida ciudad de Zapopan, en donde resido, o Uds. estén...
EL
TÍO POROTO. Por:
Santiago Varela (argentino).
Mi
tío Poroto, a su edad, andaba fenómeno, hasta que su mujer –la tía Porota-, a
instancias de su hija, mi prima Tota le dijo: - Mira Poroto, vas a cumplir ya 70 años. Es hora de que vayas a ver a un buen Médico. - ¿ Y para qué, si estoy bárbaro..? - Porque la prevención debe hacerse ahora que
todavía sois joven – le contestó mi tía.
Por
este motivo el buen tío Poroto fue a consultar al galeno. El mismo, con buen criterio le mandó hacer
exámenes generales y análisis de todo lo que pudiera hacerse y desde luego, que
la “Obra o Seguro Social” pudiera pagar.
Pasados
quince días el Doctor le dijo que lo encontraba bastante bien, pero que había
algunos valores en los estudios que convendría mejorar. Y allí mismo le recetó Simgras Grajeas, para
mantener el colesterol lo más bajo posible; Bobex en 10 mgs. para el corazón;
Diabetol Plus, para prevenir una posible diabetes; Total Vitaminol, excelente
complejo vitamínico; Abajoprex, para la presión arterial; Pissox de 10 mgs. un
buen diurético para complementar el Abajoprex, y como acá en Buenos Aires hay
de todo menos buenos aires precisamente, Alergicatel, para las alergias. Ah, y cómo los medicamentos era muchos y
había que proteger el tracto digestivo, le indicó además, Omeopencex, frasco de
30 cápsulas para tomar una al día.
El
buen tío Poroto fue a la farmacia y cambió allí una parte importante de su
jubilación por varias cajitas primorosas de colores variados. Al tiempo, como no lograba recordar si las
pastillas verdes para la alergia las debía tomar antes o después que las
cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón iban durante o al
terminar las comidas, volvió al médico.
Éste profesionista, luego de hacerle un pequeño fixture con las
ingestas, lo notó un poco alterado y algo contracturado, por lo que agregó al
tratamiento Nervocaim 25 y Aflojex Max, que pensó le serían de mucha más ayuda.
Esa
tarde, cuando entró a la farmacia con las recetas, el Farmacéutico propietario
y sus empleados hicieron una doble fila para que él pasara mientras ellos
aplaudían.
Sin
embargo, mi tío, pobre tío, en lugar de estar mejor estaba cada día peor… Tenía el fixture de todos los remedios en el
aparador de la cocina y ya casi no salía de casa, porque no había momento del
día en que no tuviese que estar tomando una pastilla u otro tipo de
medicamento.
Unos
días después, el laboratorio fabricante de varios de los productos que estaba
usando, lo nombró como su “Cliente Protector” y le regaló un termómetro rectal, frascos
estériles para análisis de orina y una “birome” con el logo de la Empresa. Mi
primo Toto dedujo que la dirección la tuvieron que sacar de la receta que la Farmacia aquella, entregó a la “Obra o Seguro Social”.
Tan
mala suerte tuvo mi tío Poroto, que por los cambios de clima se resfrió y mi
tía lo hizo acostar como siempre acostumbra, pero esta vez, además del té con
miel pura de abejas, llamó al mismo Médico de nuevo.
Este le comentó que no era nada serio, pero seguramente para justificar
su visita le recetó Gripedín Duo y un antibiótico inyectado, Sanaxidal 500 durante los tres días siguientes.
Para
colmo, mi tío Poroto -como era su costumbre-, se puso a leer los prospectos de todos aquellos
medicamentos que estaba tomando y así se enteró de de las “contraindicaciones”,
las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos
colaterales y las interacciones medicamentosas.
Lo que decían sobre aquellas medicinas, eran cosas terribles. No
solo se podía morir, sino que además podría tener arritmias ventriculares,
sangrado, náuseas, hipertensión, parálisis, insuficiencia renal, cólicos
abdominales, alteraciones del estado mental, y otro montón de cosas a cual más
de espantosas.
Asustadísimo llamó al Médico quién al verlo le dijo “que no tenía que hacer caso de esas cosas”,
porque los laboratorios solamente las ponían, “por poner algo”. Doctor
– le dijo mi tío -, las empresas que ganan mucha plata no ponen cosas solo por
ponerlas. – Bueno, quizás las ponen para
cubrirse. – ¿ Para cubrirse de qué..?,
preguntó mi tío algo molesto. Para
cubrirse por si alguien demanda en un juicio.
– Si, claro, pero para iniciar un juicio, ¡ primero tuvo que pasar algo..! Nadie hace un juicio si no le pasó nada…
digo, - dijo mi pobre tío Poroto. Bueno…
mirado así… - Que es la única forma de
mirarlo. Juicio pueden hacer si al
paciente, por la baja del colesterol se le revienta el hígado, se le caen los
dientes, se queda ciego, impotente, pelado… y si luego, ya con un poco más de
mala suerte, ¡ se muere !
No
hombre, Usted exagera, esas cosas que anotan en los prospectos no pasan casi
nunca. Casi… - A mi no me interesa que les pase a muchos o
a pocos, con que me pase a mi, me basta y sobra, - dijo mi tío Poroto muy
nervioso -, pese a tomar religiosamente su Nervocalm. ¡
Tranquilo, don Poroto, no se excite ! –le
dijo el galeno mientras le extendía una nueva receta con Antideprezol Forte en unos
enormes supositorios de forma alargada y gruesa-.
Es
todo ese tiempo, cada vez que mi pobre tío cobraba su exigua jubilación, iba de
nueva cuenta a la Farmacia en donde ya lo habían nombrado Cliente “VIP”… y
hasta le ponían alfombra roja a su llegada.
La cambiaba íntegra por los remedios.
Esto lo hacía ponerse muy mal, razón por la cual el mismo Doctor que lo
tenía a su cargo le prescribió nuevos e ingeniosos medicamentos, eso si,
bellamente presentados.
¡ Pobre
de mi tío Poroto..!, llegó el momento en que las 24 horas del día no le alcanzaban
para tomar tantas pastillas y otras cosas, por lo cual no conciliaba el sueño
pese a las cápsulas contra el insomnio que previamente le había recetado
también. Tan
mal se había puesto, que un día, haciéndole caso a los prospectos de los
remedios… ¡ se murió el pobrecillo !
A
su entierro fuimos todos, pero sin duda alguna, los que más le lloraban eran el
señor Farmacéutico que se notaba desolado, y el mismo señor Doctor. Aún
hoy en día mi tía Porota afirma qué… ¡ menos mal que lo mandó a consultar al Médico muy a tiempo !, porque de otra forma . . . ¡ seguro se moría antes..!
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Espero que este escrito haya sido de su agrado y que al menos les causara una sonrisa que les haga más llevadero el día, en la grata compañía de alguno o varios de sus familiares o algunos otros de sus seres más queridos.
Afectuosamente, e invitándolos a leer mi siguiente capítulo que pronto espero colocar aquí en cualquiera de mis dos conocidos Blogs, quedo como siempre,
su buen amigo; Alfonso Gómez A., conocido como;
Este escrito lo he leído por la Radio en dos ocasiones y en varias reuniones de diversas amistades, y siempre ha sido del agrado de todos, espero les haya gustado a mis amables lectores aquí.
ResponderEliminarCon mucho cariño...