sábado, 1 de noviembre de 2014

OFRENDAS DEL DIA DE MUERTOS;

2 DE NOVIEMBRE.

BELLA TRADICIÓN ANCESTRAL QUE EN ARAS DEL MESTIZAJE SE FUE TRANSFORMANDO.

 
El espíritu de la Ofrenda o Altar de Muertos, es una forma de recordar a los que se han ido, y qué, según creencias, regresan en ese día dedicado a los ‘Fieles Difuntos’ para gozar de nuevo lo que en ésta vida más disfrutaban.  Para formar esa ofrenda, en un lugar de la casa se coloca la mejor y más recodada fotografía del ‘muertito’, claro que si no se tiene, se coloca una simple ‘calaca’ de cartón, con el sombrero usado por el difunto, junto con sus objetos personales más queridos; por ejemplo, su guitarra, libros, instrumentos de trabajo, sus cigarros o puros, su bebida preferida…  Sobre una mesa se disponen los tradicionales platillos que él apetecía, como: mole verde, rojo o pepián, calabaza en tacha, tamales, aguas frescas y aún licores. 




Todo esto se adorna con ‘calaveritas de azúcar’ que llevan en la frente sus nombres; dulces de alfeñique en formas diversas, animales, canastitas de flores, coloridos moños o cruces.
El campo nuestro también rinde su culto a la Muerte, pues en él se han sembrado multitud de semillas de cempasúchiles o flores de muerto que adornarán con su fuerte color amarillo, casi anaranjado, las ofrendas.  Estas se colocan en jarros y floreros o formando guirnaldas.
Las mismas, son imprescindibles y representativas solo de ésta fecha tan especial.


Papel importante lo conforma el ‘pan de muerto’, rico biscocho adornado con formas de huesos y lágrimas hechos de la misma masa, espolvoreados con azúcar.  Se le encuentra casi todo el mes en las panaderías, algunas de ellas por cierto, antes adornadas para estos días en sus ventanas y aparadores, expresión que algunas veces nos pasa inadvertida y ha ido poco a poco desapareciendo.  No suelen faltar desde luego los cirios encendidos en recuerdo de los ausentes, así como el ‘copal’ (o bien, incienso si no se consigue éste), para quemarse en sahumerios; esto es importante por la creencia de que son los aromas bellos los que atraen a la tierra aquellas almas de los difuntos que por allí andan vagando.
En estos días la visita a Cementerios y Criptas de cenizas en los templos es casi obligación.
Toda la familia llega a la tumba de sus seres queridos, a veces escoba en mano, ya que es posible el que hace largo tiempo nadie se ha parado por allí.  La llenan de flores y juntos comparten comida y bebidas pensando: “El muerto al cajón y el vivo al fiestón”, o “El muerto al pozo y el vivo al gozo”.

Gracias a la catequesis de los indígenas, volvieron a los altares las flores de cempasúchil, las calaveritas de azúcar, la cera encendida, el penetrante olor ancestral del copal, y todo el misticismo de los vivos recuerdos por los fieles difuntos, sus pasados gustos y desde luego, sobre todo lo antes citado, ¡ sus obras importantes e inolvidables !.
Por mi edad no acostumbro ya visitar los Panteones en estas complicadas fechas, pero me doy cuenta del gran fervor cristiano y el culto que se profesa a los muertos en casa, en los templos, en criptas y en esos Altares a personajes fallecidos, ahora multiplicados en Museos, en Centros Culturales y diversas Instituciones Públicas y Privadas, y en tantos otros sitios.

Esas Ofrendas a los que ‘ya pasaron a mejor vida’ nos unen en forma fraternal en un regio banquete espiritual que en alguna forma nos sigue recordando a quienes creían en la llegada ‘un día al año’, de las almas de sus difuntos, lo mismo que a mantener presente su existencia, o a reclamar algún pendiente a sus descendientes, y hasta poder degustar algo de sus preferencias de su ya pasada vida, dulce, alegre, triste o cruel, que dejaron muy atrás. 




                       














Espero que todo esto  les haya gustado, ya que lleva consigo unas de las más bellas tradiciones mexicanas que se conservan año tras año con motivo de dicha festividad, con algunas variantes importantes según los lugares que tengan muchas o pocas costumbres de las razas autóctonas que haya allí todavía, o de la ya notable influencia española y de otras razas que hayan forjado el actual mestizaje de su gente. 
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Con mucho cariño;  ALF,'el Tapatío', a sus órdenes. 

domingo, 26 de octubre de 2014

DICHOS Y FRASES MUY DEL ESTADO DE JALISCO, ANTIGUO.

Como un recuerdo de mi Padre que era 'alteño' de nacimiento, de 'Ayo el Chico', Jal. (Hoy Ayotlán).



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Dichos, frases y refranes muy de ‘aquí, en recuerdo y como un merecido homenaje a mis padres, dicharacheros como eran las personas de fines del siglo XIX.
Sobre todo mi Padre, ‘alteño’ a mucha honra, quiero recordar algunas frases ya poco oídas y usadas, o dichos y refranes que tanto les escuché y aprendí, considerados por muchos, aún algunos letrados muy ‘leidos y escrebidos’, como: ‘Evangelios’ chiquitos; mismos que el inexorable paso del tiempo ha ido dejando atrás…




Algunos de ellos quizás solo los entenderán los oriundos de esta región, ya que contienen palabras y algunas otras expresiones que solo aquí se conocieron, o al menos no en todo México, según creo. Notarán también en algunos, ciertos cambios del texto original, para no usar palabras demasiado fuertes.





             
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A quién no piensa pagar la cuenta, le da lo mismo ‘ocho’ que ‘ochenta’.
Acostumbrado a lo bueno, ya hasta lo regular me choca…
Apenas te dicen ‘mi alma’, y tú ya quieres tu mundo aparte. 
Eres como el apóstol trece, solo comes y desapareces. (No es frase original del ex-Presidente. Fox). 
¿Quieres saber tus defectos?, ¡ cásate !, ¿quieres saber tus virtudes?, ¡ muérete !
¿Qué es lo que traes allí..? Tolondrones, pa’ los preguntones…
¡ Ya estarás, mi buen ‘farito’ !; ni que fueras ‘delicado’…


¡ Ahora sí violín de rancho, ya te agarró un profesor !...
¡¡ Baja una señora gorda, con canasta, perro y niño !! 
Tienes arrancada de caballo brioso y parada de borrico manso.
Necesitas aprender a rascarte con tus propias uñas, ya están grandecito, mi’jo.
Ranchero que pisa banqueta, no vuelve a voltiar pa’l monte.
La mujer y las gallinas, en cuanto les falta el gallo a cualquier pollo se arriman.
Cuando la puerta es chaparra, el remedio es agacharse…
Cuando yo tenía dinero me llamaban Don Tomás; ahora que nada tengo, nomás me llaman Tomás. 
¡¡ Ábranse piojos, que ái les va el peine !!
No habiendo enemigo al frente, hasta el cobarde es valiente…
No hay tianguis sin ratas, ni libro o escrito sin "fe de erratas".
Comer hasta reventar, y beber hasta emborracharse; que todo lo demás es vicio.
No te fíes de indio barbado, ni de gachupín lampiño… De mujer que hable como hombre, ni de hombre que hable como niño… 
No hay nada ‘pior’, que un tarugo con iniciativa…
Conmigo andarás descalza, ¡ pero con la panza llena !...


No les digo; ahora a cualquier taco sudado, le llaman ‘comida corrida’.
Cuando nada tenía, ¡ dormía !; ahora que todo lo tiene, el infeliz ya no duerme…
No sabrá leer, pero escribe a máquina, y cuando no está preso, lo andan buscando.
Si mi abuela tuviera ruedas, sería bicicleta. 
Es bueno el ‘encaje’, pero no tan ancho…
Son más la cacaraqueadas, que lo que de verdad están poniendo… 






El que nació de a ‘tostón’, aunque ahora ande entre los ‘pesos’.
Cuando el Diablo no tiene que hacer, con su rabo mata moscas…
No hay mejor remedio contra las chinches, que quemar pronto el petate.
Soy gente sencilla que come tortilla, cocina con leña y lava con lejía.
Solo Dios es ‘Caporal’; los demás son puros ‘güeyes’…
De la moda lo que me acomoda; y de lengua, me trago un plato… 




HASTA AQUÍ LE PARO HOY, Y ME DESPIDO DE TODOS USTEDES CON MIS MEJORES DESOS, COMO SIEMPRE:     Alf, el tapatío.

martes, 14 de octubre de 2014

CONSEJOS A TODAS LAS PERSONAS 

DE LA 3a. EDAD.

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Por un Doctor de 68 años, Catedrático en la Universidad de Barcelona y que escribe libros y da conferencias sobre este importante tema.

Consejos del Dr. Vilardell, a personas mayores.

Aclaro que el Doctor Vilardell, habla gracias a sus 40 en el ejercicio de la Medicina con indesmayable vocación. Concluye su Presidencia del Colegio de Barcelona, tras cuatro duros años de gestión y contra las medidas de recortes sanitarios que debió afrontar. Sigue desplegando su vocación médica y su labor docente y divulgativa, mediante libros, habla con serenidad, imparte sabios consejos y cita el lema de un amigo médico acerca de qué es estar sano: "Ser autónomo, alegre y solidario". Lo maravilloso es que no les duela nada, y que tratemos de mantenernos así hasta el final. Consejos que pueden sernos de gran ayuda.
Primeramente tomemos esto muy en cuenta: ¿A qué edad nos morimos? A los 82 años las mujeres, a los 79 años los hombres. Y se trata de llegar a ese final sin depender de otros. Sin molestar. ¡ Eso es ser generosos ! Cuidarse y prepararse para no molestar a los demás. "Envejece bien quien ha vivido bien", dijo Pitágoras. Y vives bien si piensas en los demás.
¿Qué es envejecer? Es ir perdiendo capacidades, pero mientras puedas valerte... ¡ envejeces bien ! Ese es el envejecimiento normal: vas adaptándote a las paulatinas pérdidas.




¡ Lo indeseable es el envejecimiento patológico ! ¿Y qué es un envejecimiento patológico..? Un envejecimiento prematuro que te conduce a la dependencia. Y acaso ¿es muy frecuente? Se da en el 12% de los mayores de 65 años, y consume muchos recursos públicos.
¿Qué ocasiona ese envejecimiento prematuro? Una enfermedad acelerada... o que esa persona no se haya cuidado bien. ¡ Y esto depende de cada uno, es perfectamente evitable !
No tanto si se es pobre... En verdad el poder económico y un buen sistema sanitario público pueden paliar el envejecimiento prematuro. ¡ Pero hay muchas otras cosas que se pueden hacer ! Es importante el que hagan ejercicio, coman de todo en horas regulares y en poca cantidad. Eviten el sobrepeso. Duerman siete horas diarias. No fumen ni se intoxiquen. Mantengan su presión arterial entre 80 y 120, y el Colesterol bajo.
Sobre los factores fisiológicos y psicológicos: Hay circunstancias que pueden envejecernos mucho, como la muerte de un ser querido. ¿Algún consejo al respecto? Procuren mantener siempre una actitud activa y positiva. Sonreír, reír. ¡ Un día sin risas es un día perdido !
Cultiven sus amistades. Construyan su propia red social; esta será el soporte para cuando sean mayores. ¡ Esto es fundamental ! ¿Y saben el por qué? Porque la soledad es la peor compañera: ensimisma, entristece, deprime, produce erosión cognitiva... ¡ Nos envejece !


¿Tener amigos rejuvenece, pues..? ¡ Sí !, y también tener siempre un proyecto: estudiar algo, practicar un deporte... Colaborar en una actividad solidaria. ¿Envejecen mejor si todos son solidarios? Sí, eso genera paz interior, tranquiliza el ánimo, nos sentimos bien íntimamente todos. ¡ Traten bien a la gente, sean amables ! Las malas caras no solucionan nada.
¿Por qué se da entre ancianos el síndrome de Diógenes? Porque acumulan como si así fuesen a vivir más. La lección es; sólo existe el presente: ¡ vive el día de hoy ! Con la mochila ligera. ¿Con pocas cosas?... Sí, y en un espacio sencillo, diáfano, luminoso, alegre y cómodo.
¿Y cómo juegan el amor y el sexo en la vejez? El amor es imprescindible: permite vivir más intensamente. Importa la complicidad en la pareja, la ternura, ¡ y el tocarse...!
El sexo puede expresarse también en solo una caricia, o un beso...
Un peligro al acecho del anciano es, digamos, una caída. El anciano arrastra los pies; y allí está la alfombra. ¡ Fuera tapetes !, desniveles, escalones y bañeras. La ducha a ras del suelo.
¿Por qué es tan peligrosa una caída? A esas edades avanzadas, una operación por rotura de fémur comporta riesgo de infección hospitalaria, urinaria, respiratoria y fiebre... y por ello entrar en la cascada de la dependencia.
Prevengamos las caídas. Usemos calzado cómodo. Al levantarse, hacerlo despacio para evitar cambios de presión y mareos. E instalar empuñaduras o agarraderas en los baños.
Se dice que el jubilarse envejece. Sólo si esperan reconocimientos, recompensas, visibilidad: hay que acogerse a la propia red de amigos, y no sentirse un estorbo ni caer en el ‘síndrome del mayordomo’. No permitir que les haga nadie sus gestiones: ¡ preserven su autonomía !, vivan en su propio espacio, o estorbarán y sufrirán mucho: ¡ eso envejece..!
Por mucho que los quieran y adoren... procuren cuidarse a sí mismos. Algunos se deprimen sin razón al constatar su decadencia física.
Preocuparse demasiado de la apariencia externa es sumamente infructuoso: lo mejor es velar por el interior, por un espíritu activo y positivo.
¿Cómo se debe preparar la vejez? En ir despejando todo lo que pueda estresarnos y preguntándonos: "¿Qué quiero hacer?" ¿Y qué respondo en mi caso, por ejemplo..?
Seguir recibiendo a pacientes y ayudar a otros con mi experiencia.

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Resumiendo sobre qué hacer para envejecer bien... Cuidar de mi propia salud, mimar a la red de mis amigos, ser optimista, solidario, y respetar a la gente. Dejar ya todo planificado para el final: ceremonia, entierro y testamento. Dejarles eso a los que se quedan, es egoísta de nuestra parte. Que nadie tenga que estresarse por nuestra causa, ¡ es la máxima generosidad que podemos ofrendar a los demás !...



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Tres ahorros que debemos hacer en nuestra vida: 

1.- Ahorrar medios económicos para cuando no podamos trabajar, tener todo lo necesario. Ser autosuficientes no dependientes.
2.- Ahorrar salud. Cuando bajen las defensas y nos sintamos enfermos, disponer de las reservas. ¡ La buena salud no se compra..!. 
3.- Ahorrar amigos. No hay que despilfarrar, pues cuando nos vayamos quedando solos, verás que aquellos con los que platicabas o te reunías, ahora son esquelas. Ya no tendremos con quien recordar los tiempos pasados. Y con quienes ayer nos reíamos, ¡¡ jamás los volveremos a ver..!!. 
Saludos, y la mejor de las suertes.  
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ALF, el tapatío, con su mayor afecto para sus amistades. 

miércoles, 11 de junio de 2014

FOTOS IMPORTANTES ESCANEADAS HACE POCO.

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De la inauguración del local de Televida Gdl. por la calle de Pedro Moreno, en el 6° piso de un bonito edificio casi nuevo en esa tiempo.  Hace como 35 años.




Una más del mismo tiempo.  Tuvimos la visita de nuestro Director Gral. el Sr. Dn. Clemente Serna Alvear acompañado en la primera por el Lic. Ordorica de R.P.M. y al saliente Gte. Lic. Bauche Garciadiego, así como por el Sr. Dn. Manuel Rascón Pintor, Gte, de Auditorio.


En la segunda, ya aparece el D.I. Calos Linares Urcuyo, nombrado nuevo Director del Canal, y su amigo y compañero, Oscar Nájeta Valdés, quién se hizo cargo de varias de las producciones, con Arier Vázquez.
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AÑOS MÁS TARDE, JUNTAS ANUALES EN UN HOTEL DE AJIJIC, JAL. CON LOS DE "GRUPO D.K." RADIO.



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Ahora algunas más antiguas y de mi familia.

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Una foto de estudio como de un año de edad, 1936.
Con un traje de marinerito, otra foto de estudio como a los 4 o 5 años de edad, en 1940 más o menos.










Alfonso Gómez Araujo; De dos o tres años de edad en mi casa paterna del barrio de Oblatos, con patios de tierra suelta, cinco árboles frutales, jardines y macetas con plantas y flores.  Una construcción de adobe y bóveda, apenas enjarrada y encalada, pero muy grande y aireada en la parte final oriente de la ciudad. 1938.


Conseguí también esta foto de mi Madre, Ma. Luisa Araujo L. con mi tía Ma. Dolores (Nona), por los años 1925 en que laboraban respectivamente en La Cdad. de Londres, mi mamá; y en Las Fáricas de Francia, mi tía Nona.


Cierro esta sesión de fotos con la de mi esposa Sara E. tomada por el fotógrafo Orea en 1968, poco tiempo después de haber tenido a nuestra unica hija Adriana en XI-1967, después de los dos hijos varones que tenemos, Alfredo (1961), y Ernesto (1963).

Reciban mis saludos más afectuosos y posteriormente trataré de subir nuevas fotografías familiares.  Alf, el tapatío. 

viernes, 21 de marzo de 2014

AQUELLOS TIEMPOS DE CARNAVAL Y CUARESMA. 

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                                Por Carmen Libertad Vera.



Los niños salían a entintar a quien se dejara, las cocinas olían a gastronomía exquisita, los tapatíos iban a que los tiznaran,  las calles tenían incendios…
Un relato de las tradiciones que tenía la Semana Santa en Guadalajara.

I. Nel blu dipinto di blu.  De azul, pintado de azul…

Durante muchos años, en vísperas de la Cuaresma, la vida de Guadalajara parecía sumergirse en un microcosmos temporal, teñido con tonalidades de añiles perpetuos, azules violáceos como jacarandas florecidas, pero también, como dijera Carlos Pellicer mucho antes que Joaquín Sabina, con otros azules tan intensos, que pareciera “se caen de morados”.
Era el color de una Guadalajara semi arrepentida, casi contrita. No era aquella misma ciudad que durante décadas, ante el arribo de la gran fecha pre cuaresmal, se acicalaba eufórica para el fandango. La que había organizado concurridos fandangos carnavalescos, abundantes en Pierrots y Colombinas, presididos siempre por una aristócrata y bella reina, solemnemente coronada en un ostentoso baile profuso en luces, confeti y serpentinas.
Era la Guadalajara de medio siglo que con los años parecía querer olvidar sus antiguos pecados de juventud. 
Pero en la bitácora de su propia historia, tenía asentado que apenas en 1930, exactamente el miércoles 26 de febrero, una muy joven María Félix, ni más ni menos la misma mujer que años después sería ‘Diva’ del Cine nacional y conocida como “La Doña”, triunfaría como Reyna del Carnaval de Guadalajara, pasando a ser así “Su Graciosa Majestad María I”, ganando el cetro y la corona con casi medio millón de votos. ¡ El doble de los que había tenido su más cercana y olvidada contrincante ! El anuncio de aquel avasallador triunfo corrió a cargo del entonces alcalde tapatío, don Juan de Dios Robledo, en una multitudinaria ceremonia, en el gran Teatro Degollado.
Pero mucho antes de que finalizara el siglo pasado, esta “noble y leal ciudad” decidió dejar de celebrar las carnestolendas y se conformó con tener, como única diversión pública el ‘Martes de Carnaval’, la compra masiva de sobrecitos con aquel blanqueador de ropa de característico color azul intenso, el cual vendían en cualquier tlapalería y en las tienditas de abarrotes.
Ese azul índigo era una tintura en polvo, sustancia químicamente conocida como indigofera suffruticosa, misma con la que mamás, nanas o lavanderas, renovaban la albura de popelinas y algodones percudidos; y con la que una envalentonada chiquillería toleradamente, el ‘Martes de Carnaval’, hacía de las suyas embarrando con indiscriminado placer, generalmente a la salida de la escuela, a cualquiera que a su alcance encontrara.
Era un espectáculo esperado, festivo, hecho siempre barrialmente y en nutrida chorcha. Entre gozosos jolgorios, gritos festivos y apuradas corretizas. Proclive era el entintado de rostros y manos con esa coloración que ahora sería similar a la piel de los Na’vis, los humanoides azulinos de la película Avatar.
Era una popular recreación anual. ¿Molesta?, sí, pero inofensiva, que no alcanzaba a intimidar, ni siquiera, aquella amenaza aparecida alguna vez en un diario local, en el sentido de que a los maldosos escuincles, ¡ se los iba a cargar en bola la patrulla !
Seguramente, hoy esa "tradición" resultaría más que profana, impensable. Y no faltaría algún tremendista que melodramático la clasificara en la categoría de bullying, solicitando la inmediata intervención de algún representante del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, la nombrada ‘CONAPRED’.



II. Gray, gray, the life is gray.  Gris, gris, la vida es gris…

Apenas enjuagada aquella festiva tintura azul, Guadalajara de inmediato volvía, aunque con mayor intensidad, a su pardo recato de todos los días.
Se preparaba devotamente, para ir a cumplir con su cíclico deber de tomar ceniza, sabido acto inicial de cualquier Cuaresma. Miércoles religiosamente convertido en el popular “Día de la tiznada”.
Comenzaban los ayunos, las promesas de abstinencia de muchos placeres mundanos, los ejercicios y los retiros espirituales, pero sobre todo, la renuncia a la carne. Al menos a esa llamada roja. Con ello aparecían las obligadas y mañaneras idas hasta las antiguas pescaderías de la calle Dionisio Rodríguez, sitio impregnado de un persistente y hasta ominoso olor a mariscos, pero donde se podía escoger un bagre bigotón, el huachinango más colorado, la carpa más carnudita, o el delicioso blanco de Chapala más fresco; indispensables para preparar aquel Caldo ‘Michi’ rendido con hartas verduras, que casi sólo se comía por esas fechas, acompañado de una salsa de molcajete, mucho limón, e infinidad de precauciones para no atragantarse con una malvada espina.
En realidad el fatigoso trajinar en las cocinas de la Cuaresma tapatía comenzaba con dos o tres días de anterioridad al ‘Miércoles de Ceniza’. Habiendo puesto a secar al sol las rebanadas de birote salado, que luego se convertirían en la imperdonable primera capirotada del año. Anterior, había sido también la preparación de la miel de piloncillo, clavo, canela y rodajas de naranja, a la que se agregaban cuarterones de rojos jitomates saladet y blancos bulbos de cebollas de rabo o cambray; una lentérrima cocción era previa e ineludible, a fin de garantizar que todos los ingredientes quedaran con el acaramelado sabor y la enjuta apariencia de una fruta cristalizada.
Además, había que tener a la mano una cazuela de barro ya curada y el comal donde se colocaban, sobrepuestos, los ardientes carbones que con su calor dorarían aquella repostera capa final muy abundante en frutas y miel, queso Cotija, pasas, nueces, almendras fileteadas y, si el presupuesto lo permitía, rosáceos piñones.
Porque hubiera sido pecado pensar hacer una capirotada en un simple cazo de peltre o aluminio y meterla al horno, así nomás. Eso iba contra la tradición.
También, desde antes, habían sido puestas a curtir al sol las duras julianas con la que se preparaba la sopa seca de tortilla, finalmente espolvoreada con reservadas morusas de queso y vaporosamente aromatizada con hojitas de yerbabuena fresca.
La hora de la comida marcaba el fin del obligado ayuno matinal. Desde muy temprano, en los templos se había comenzado a marcar con una cruz de ceniza el semblante de miles de arrepentidos que decían creer en los santos Evangelios.
Tomar la ceniza implicaba para muchos caminar después, a la salida de los templos, con la frente muy en alto. Ostentosos de llevar consigo un cristiano signo que, en realidad, no siempre era una cruz, sino un simple y grisáceo manchón oscuro con difusa forma.
Llegada la noche, la mayoría de los tapatíos se iban a dormir con el reafirmado conocimiento de que, “Polvo eran y en polvo se convertirían”…
Sobre las fundas de almidonados almohadones, quedaban finalmente los desprendidos rastros negruzcos de aquella, su recién empolvada fe.























III. In a white room.   En la habitación blanca.

La Cuaresma tapatía nunca significó tan sólo el comer capirotada los viernes. ¡ No !. También comprendía paladear otros muy conocidos platillos de vigilia. El solo hecho de mencionarlos, pareciera la confesión de un oculto deseo porque todos los viernes del año fueran de Cuaresma.
A quién le importaría así abstenerse de comer carne roja, cuando ésta bien se puede sustituir con unos capeados chiles rellenos rebosados, en salsa de jitomate, refinada con una pizca de azúcar; o unas croquetas de papa, o unas tortitas de chinchayote; en cualquiera de los casos, con la previa ingesta de unas caldudas lentejas adornadas con sendas rebanadas de plátano; o una sopa de habas, o de garbanzos. Todo esto sin dejar de mencionar la sopa de arroz y la casi olvidada ‘morisqueta’.
Las opiniones chocaban al llegar a la opción de las tortitas de camarón seco con nopales.
Muchos simplemente decidían no comerlas, prefiriendo seleccionar, entre múltiples opciones, tostadas de panela, de ceviche, de marlín, de sardinas marca ‘Dolores’ compuestas con una especie de salsa güevona sin cilantro pero, eso sí, con muchas rodajas de chiles jalapeños en escabeche, unas campechaneadas chabelas de pulpo y camarón; un pescado empapelado o empanizado a manera de milanesa. El fino atún ‘Calmex’ también imponía incipientemente su enlatada presentación.
No era extraño durante muchas, muchas, cuaresmas, tener que hacer larga fila para poder ingresar a los restaurantes de pescados y mariscos ubicados por la calle de Galeana, donde se paladeaba el mejor pescado doradamente crujiente de toda la santa Cuaresma. O en las marisquerías de San Juan de Dios, para cumplir el ayuno con unos cocteles de mariscos acompañados de las infaltables tostadas secas.
La Cuaresma en Guadalajara era pantagruélica, porque hasta cuando faltaba la capirotada se podía tener, sacrificadamente, el reemplazado consuelo de unas ricas torrejas chorreadas con cajeta y semillitas de ajonjolí, o un moldeado arroz con leche.
Definitivamente, la cuaresma tapatía siempre fue mucho más que un Miércoles de Ceniza, unos jueves de longaniza y unos viernes de capirotada.
También comprendía, desde el virreinato, la usanza de los predicados sermones. Surgidos aquí, según Chávez Hayhoe, desde 1578 con la llegada de los padres de la Compañía, quienes en la Plaza de San Agustín instalaban —cada martes de Cuaresma— unos tablados a manera de púlpito.
Sin olvidar que también, como señala Tello, existieron los “Nescuitiles”, charlas que los frailes franciscanos hacían en su amplio y antiguo espacio conventual. Fray Francisco de Mafra, por su parte, con figuras de bulto que él mismo hacía, acostumbraba realizar representaciones con escenas de la Pasión para así, en forma didáctica, complementar la catequización indígena e incrementar el fervor social. En tiempos más recientes, no eran pocos quienes asistían a escuchar las pláticas cuaresmales, generalmente conforme a una sexista clasificación de género, “lo’ nene con lo’ nene, la’ nena con la’ nena”.
O bien a la condición social, porque había charlas destinadas a obreros, empresarios, estudiantes y profesionistas, aunque los más favorecidos eran por lo general los ejercicios espirituales divididos por edades o estado civil reconocido.
Piadosos se podían escuchar entonces en los concurridos templos, especialmente la Catedral, a los afanados predicadores exponiendo sus prédicas y consejos.
Así, a las parejitas de novios les recordaban su obligación de aguantar la natural calentura y no “comerse el lonche antes del recreo”.
A los matrimonios, el saber guardar las apariencias sociales, aunque su vida en pareja fuera un verdadero infierno.
A las señoritas, el procurar conservar intacto, hasta el altar, el virginal tesorito de su himen y su decencia.
A los jóvenes, el alejarse de las malévolas compañías y las falsas tentaciones, reprimiendo al demonio de la masturbación y olvidándose de abyectos vicios.
A los señores, el no echar tan frecuentemente sus recorridos nocturnos por los prohibidos territorios como el de Rosa Murillo, moderar su tendencia a poner cuernos conyugales vía la instalación de la casa chica, así como el bajarle al ‘chupe’.
A las señoras, el resignarse a cargar sumisas, sin hacer irigotes, con su propia cruz de madre, esposa y ama de casa; a las solteronas, el saberse privilegiadas y a punto de la beatificación al poder “Vestir santos en lugar de estar desvistiendo borrachos”.
A todos y todas, la necesidad urgente de conservar el piadoso sentido de la Cuaresma y no caer en el modernismo de querer celebrarla asoleándose, casi en cueros, en balnearios cercanos como el ‘Lindo Michoacán’, ‘Los Camachos’ y ‘Chimulco’, o en alguna playa tan lejana como Cuyutlán o Puerto Vallarta.
Porque aquella era la palabra del Señor, al menos hasta antes del Padre Amaro. Y un incienso con olor a santidad aromaba los altares.
Afuera, en los espacios atriales, sobre una rústica mesita de madera, la frágil blancura de los recortes de hostias aguardaba por la llegada de sus próximos compradores.




IV. Purple haze.   Neblina morada.

Así como alguna vez Guadalajara festejó los carnavales, durante los ‘Viernes de Dolores’ las calles tapatías abundaron en ‘incendios’. No eran otra cosa sino los adornados altares en honor de la Lolita original, la virgen Dolorosa. Retablos que a partir de la Independencia y, sobre todo, después de la Reforma, se retiraron por completo de la vía pública y exclusivamente se destinaron al interior de las casas habitación que quisieran proseguir con tan morada tradición.
Hasta hace algunos años, como consecuencia indirecta de la Revolución Mexicana de 1910 y, probablemente, muy directa a raíz de la Guerra Cristera, dichos altares llegaron a considerarse socialmente casi extintos, a excepción de aquellos que en los templos se continuaba erigiendo.
Historiadores como Dávila Garibi, afirman que los primeros ‘incendios’ en tierras neo gallegas se hicieron en plena calle y en las plazas, al aire libre y a los cuatro vientos, contrastando así por las noches la brillante luminosidad de sus múltiples ceras encendidas, con el limitado alumbrado público de entonces; consistente - cuando mucho -, en un solitario mechero a manera de bujía incandescente, y poco menos que opacada por las tinieblas circundantes.
La duración de los primeros incendios era de siete días, motivo por el cual, en su derredor, irremediablemente se convocaba al convite. Aparecía entonces la sobreabundancia en la venta de comida y, sobre todo, de bebidas, especialmente de las llamadas espirituosas.
La diversión profana se impuso así al fervor religioso, y, en torno a esos altares, predominaron no sólo los rezos y las plegarias, sino los sainetes y los escándalos provenientes de quienes en un evidente estado persa, confundían la devoción con la diversión. Más temprano que tarde, comenzaba en grande un mayúsculo guateque con visos de relajo, mismo que no pocas veces terminaba en vil trifulca.
Iban seguramente a rodar, confundidos por los suelos y más allá, los reventados cántaros convertidos en tepalcates, la pisoteada y enterregada vendimia, los desparramados mezcales, los búcaros con todo y flores, los cortinajes de chamuscado papel de China, los cientos de cirios o veladoras volcadas y revolcadas, y hasta la propia efigie de la Madre Dolorosa con todo y corona; además de un buen puñado de fieles y zarandeados cristianos.
Fue tal la inmoralidad observada en semejantes desmanes, que las mismas autoridades eclesiásticas terminaron prohibiéndolos. Por lo que apenas a dos años de su arribo a la ciudad y gobernanza en la diócesis tapatía, fray Francisco de Buenaventura Martínez de Tejada y Diez de Velasco emitió, el 24 de abril de 1754, un edicto diocesano donde, so pena de excomunión extrema, -latae sententia-, prohibía la presencia de los hasta entonces muy concurridos ‘incendios’.
Fue allí donde esos altares comenzaron a ser domésticos, con las limitantes de únicamente poder encender seis ceras como máximo, que los rezos del Santo Rosario fueran en privado y a puerta cerrada.
En 1803 el Obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, ratificaría tal prohibición, aunque ya no en términos ex comulgatorios.
Es el propio Dávila Garibi quien describe las particularidades de esos monumentos: “(…) se colocaban en una pieza con ventana a la calle, enmarcados con ramas de pino adornadas con palomitas de algodón cubiertas de grenetina, esferas de cristal de diversos colores, en los escalones del altar abundaban los ramos de flores, los capelos, los cirios de una y de media libra resaltados con preciosos trabajos de cera escamada; había también macetitas sembradas de coloridas florescencias, tinajitas con germinados de cebada, naranjas luciendo figurillas de oropel y decenas de banderitas en papel picado”.
Los tonos predominantes en los celados cortinajes en papel de China eran el morado luctuoso y el impoluto blanco. Ardía el incienso de copal en un pebetero y, los más pudientes, esparcían aromas de perfume por todo el sitio.
La costumbre de atender a los visitantes del ‘incendio’ se realizaba en los zaguanes, lugar en donde quedaban colocados las tinajas y los transparentes vitroleros conteniendo aguas frescas, generalmente de limón con chía, que en jarros se ofrecían a todos aquellos que formularan la pregunta rigurosa: “¿Está llorando la Virgen?”. A ciertas personas de edad se les otorgaba la licencia de mezclar un poco de licor en su jarro de agua fresca, transformándola así en los denominados “toritos”, y más tarde ‘changuirongos’.
Sobra imaginar que no pocos debieron haber hecho una itinerante ronda por todos los altares de los vecindarios.
Se dice que muchas familias estaban al pendiente del toque de la oración repicado desde las campanas de Catedral, para con ellas dar inicio al ritual del encendido de cirios, la apertura de ventanas al público, el consiguiente rezo del santo Rosario. ¡ Y los brindis con “toritos” !




V. Cherry red.  Cereza roja.

Con el último ‘incendio’ efectuado el viernes de las Lolas y las Lolitas, concluía litúrgicamente la Cuaresma. Siempre en la fecha que marca la llegada de la primera luna llena después del equinoccio de Primavera.
En Guadalajara, durante los últimos treinta años, han sido instancias de carácter cultural las que de manera un tanto ficticia, aunque en algunos casos muy bien escenificada, han intentado el rescate ‘tradicional’ de ese tipo de altares dedicados a la Madre Dolorida.
También en algunos barrios como el de la ‘Capilla de Jesús’, en años recientes se han hecho intentos de manera comunitaria. Siendo la única forma en que numerosos tapatíos pueden tener una representación concreta de una antigua expresión devota.
Porque de ese día, de manera no tan extraordinaria, alguna memoria individual apenas guarda el recuerdo, no de algún ‘Altar de Dolores’, sino la difusa imagen de unas ancianas manos colocando sobre la repisa de pared, ubicada justo debajo de un antiguo cuadro de La Dolorosa, una veladora encendida, conjuntamente con un florero que contenía la primera vara, recién florecida, del encarnado lirio pascual que en forma por demás amorosa, durante todo el año anterior, en una maceta del patio familiar había sido cultivado especialmente para ofrecerlo en su día a esa ‘Virgen de los Dolores’.
Terminaba así la Cuaresma e iniciaba, seguidamente, la ‘Semana Mayor’ o ‘Semana Santa’, pero eso, como no lo dijo la Nana Pancha, ese es otro capítulo de esta misma historia.





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Presentación de su amigo; ALF, el tapatío.

Con mi agradecimiento a mi amiga, Carmen Libertad Vera, autora del texto.            


 Marzo del 2014.