EL CUERPO DOCENTE DE NUESTRO “INSTITUTO DE CIENCIAS”.
Hablar
de todos y cada uno de los profesores de ésa época, bajo el antiguo sistema del
INSTITUTO DE CIENCIAS, en que cada materia la impartía un Maestro diferente, me
sería casi imposible y se tornaría tedioso, por lo que prefiero referirme solo
a algunos que me parecen relevantes por algún motivo, o bien, que dejaron una
huella mucho más profunda en mi vida personal y laboral.
Existía
una división clara, entre los Sacerdotes y/o Hermanos Jesuitas, con los
Maestros seglares que completaban la planta docente de la Institución. Entre los primeros se destacaban aquellos de
mayor edad, mucho más místicos y dedicados casi todos a la enseñanza de la Fe,
la Moral, la Ética y la Religión como tal.
Acababa de tomar a su cargo hacía poco tiempo la Rectoría, el P. Manuel
Figueroa Luna, S.J. (alias, "El Osito"), sustituyendo al anterior y
muy conocido P. Martínez Aguirre ("El Badajo"), de quien muchos
elogios se oía.
Era
el P. Figueroa Luna un alma de Dios (aunque después mucho se ha hablado de su
diferente labor en Puebla, donde lo ligan con el grupo de “El Yunque”). Era de un alma sana, amable y bonachón, al
que conocí cuando mi padre, en ése tiempo Regidor del H. Ayto. local por el
P.R.I., partido oficial en el poder, acudió conmigo, totalmente dispuesto a
dejarme inscrito en Secundaria, fuese por bien o por la fuerza; así era su
carácter y por lo general se salía con la suya, (yo lo sabía demasiado
bien).
No
comprendo si era por algo especial o solo por ‘apantallar’, pero ese día mi
papá llevaba fajada su pistola y desde luego lucía su imprescindible ‘texana
sobre la cabeza, dando la impresión de entrar más a un Juzgado o quizás ir a un
‘Mítin’ político, que a un honorable Colegio de Educación Media a solicitar
lugar para su hijo mayor, que venía de un sencillo plantel particular.
Ya
en ése tiempo, como ahora, era sumamente difícil conseguir un lugar en ése
conocido Instituto, sumamente acreditado, sobre todo si no se traían buenos antecedentes
de otros parientes que hubiesen estudiado antes allí, o alguna muy especial
recomendación, como la del Sr. Arzobispo (después Cardenal) Don José Garibi
Rivera, por cierto, muy amigo de mi padre, pero que no escuché que esta vez la
mencionara.
Seguramente
ya me tocaba de ‘mero arriba’, el caso es que fui aceptado de inmediato (no
supe cómo), aún cuando la casi totalidad de alumnos, pertenecían a una clase
mas acomodada que la nuestra, y al pasar a pagar la inscripción me tocó conocer
por primera vez al Hermano Coadjutor Gabriel Grajales, quién llevaba todo el
movimiento administrativo y que muy pronto nos distinguiría por nuestro nombre
a todos, y nos ofrendaría su gran y permanente amistad. Entre los Padres místicos sobresalían don Fco. Altamirano y Bulnes S.J., el P. Ortiz de Montellano S.J., que estaba más bien en la Primaria o Colegio Unión, y bastante más joven el P. Manuel Lapuente, S.J. que supe empezaba a dirigir la Congregación y fue nuestro Director Espiritual de casi todos los muchachos de recién ingreso.
Fue
el fundador de la llamada ‘Casa Loyola’, donde se forjaron muchas parejas de
novios y que en lo personal le agradezco muchos detalles como el haber oficiado
mucho tiempo después en mi ‘Boda’; más tarde, lamentablemente colgó los hábitos
y contrajo matrimonio ya mayor, para morir al poco tiempo tras una dolorosa
enfermedad en el cerebro. El P. Porfirio
Miranda S.J., sumamente joven y estudioso, que siguió los pasos de su antecesor
e igualmente salió años más tarde de la Compañía de Jesús. Para auxiliar al P. Rector, en cuestiones de
disciplina, llegó unos años después el P. Gómez Michel, S.J.
("Herodes", apodo muy bien puesto por cierto), con el que choqué bastante
y si no me expulsó, no sé el por qué; considero que ya me fue bien con ello.
Quizás
extrañé que cuando pensaron mandar al P. Figueroa Luna a Puebla, tomó su lugar
como Prefecto de Disciplina, impartiendo años más tarde algunas materias para
mi, áridas y difíciles igual que a la mayoría, como fueron Lógica, Psicología y
Filosofía.
Muchos
años más tarde lo volví a ver, ya sumamente viejo y cambiado, dulcificado y
digamos, ¡ hasta tierno !, mostrando un gran cariño por todos nosotros,
dejándome en mi corazón una imborrable huella. ¡ Lo que hacen los años a quien
está cerca de Dios !... Él siempre me
exigió más, por tratar de que pusiera muy en alto nuestro apellido en común;
Gómez, ambos por parte de nuestros respectivos padres.
Había
desde luego otro grupo muy importante de verdaderos científicos, el anciano P.
Chanal, S.J. que comentaban había participado en los cálculos de la famosísima
Torre Eiffel, símbolo de la Ciudad Lux; el P. Francisco García de Quevedo, S.J.
notable físico, escritor y catedrático; el P. Rafael Herrera Zubieta, S.J.
("El Chueco"), gran químico, autor de libros de texto de dicha
importante materia y un experto laboratorista; iniciador de la Biblioteca del
Colegio y todo un señor personaje. El P.
Hernández del Castillo S.J., ("El Tololo"), notable literato,
especializado en etimologías griegas y latinas con el que sufrimos muchos;
políglota con quién gozábamos de sus lecturas y dramatizaciones únicas;
recuerdo con mucho agrado las obras de los Hnos. Álvarez Quintero, de las que
hacía verdaderas creaciones y representaciones al leérnoslas en clase, dándole
una voz propia, adecuada y diferente a cada personaje, fuese masculino o
femenino, con la gracia y el salero tan propio de la península ibérica.
Muy
jóvenes aún, de recién ordenamiento y con una gran injerencia entre los
muchachos, se destacaban también el P. Enrique Estrada S.J. ("Pulgarcito"),
"El Pato", cuyo nombre se me escapa, el P. Parada S.J.(el “Chapo”),
mi preferido, J. de Jesús Romero Pérez S.J. ("Don Chicho") y el P.
Gómez Pérez S.J. ("El Angelito"), quienes organizaban y dirigían
clubes deportivos internos, el CAIC (Club Alpino), excursiones diversas, el
Casino, la Revista Juventud, el anuario ‘Recuerdos’, la Banda de guerra, labores
sociales de la Congregación de jóvenes y
hasta los concursos de Ortografía, Declamación y Oratoria (donde pude resaltar),
etc. Otros más se dedicaban a la impartición
de alguna Cátedra en especial en la que estaban especializados, como: el P.
Valeriano Ruiz y Ruiz S.J., ("Don Vale"), que siempre me aprobó con
"10" sin presentar exámenes en ‘Matemáticas’, y me parece, que no se
dedicaban a ninguna otra actividad en especial del Colegio.
Como
nunca fue mi fuerte, no están en mi memoria los varios Maestros de Cultura
Física, de Deportes, de Canto y otros de menor importancia (al menos para mí).
Tras
de tantos años trascurridos, desde aquel 1951 en que nos graduamos, a la fecha,
de mi parte mucho les agradezco a todos su atingencia por forjar dentro de mí
una mejor formación para comportarnos virilmente en la vida, ya que en ese
tiempo clave de mi juventud, dejaron con su ejemplo y sus conocimientos, una huella
inmarcesible de nuestro añorado, querido y siempre recordado con orgullo,
"INSTITUTO DE CIENCIAS" (Viriliter Age), de ésta ciudad tapatía.
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UN ESPECIAL 'HOMENAJE' A LOS COMPAÑEROS QUE SE NOS HAN ADELANTADO EN EL CAMINO A LA GLORIA DEL "SEÑOR". Afectuosamente; 'ALF, el tapatío'.
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